¡Ay los sabios! Amados sabios,
como era de inmenso el saber de los hijos de puta,
tan admirables, tan intachables,
con obras perfectas sin dirección,
y con ensayos victimas de las criticas más aduladoras,
pero careciendo de instrucciones para los mortales.
Y ahora el mundo de hoy donde nos hacemos,
¡No!, es más, nos creemos divinos, más celestiales y exquisitos,
cuando no somos más que materia en descomposición,
carne humana, sólo eso, humanos.
Bajo los rieles que algunos asumen como su fe,
y otros las juegan al azar del destino,
pintan sueños que inconcientemente están marchitos,
aún antes de poder concebirlos,
e irrefutablemente invade la perenne sensación de vacío
por un Dios que periodicamente nos olvida, queda caduca,
y para hacer lo correcto, aunque el mundo sea cruel y carezca de sentido,
caida del pensamiento moralista,
queda ahogada en nuestras lagunas cotidianas de ira,
inconformidad e incertidumbre.
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A n g i e
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