Angela Velasco García

"Morir, depués de haber sentido todo y no ser nada." Teresa Wilms Montt


Aforismos y axiomas

Aquellas ojeras nos recordaban que aún
la noche permanecía bajo los ojos.
La lluvia, danzando, musicalizaba esa madrugada,
mientras aguardábamos bajo techo
a que las pesadas gotas comenzaran a suavizar.

Mirarle, lo que más fácil me resultaba y lo más próximo al amor
Habernos perdido horas irrecuperables,
era la frustración apasionada que nos consumía en dos respiros.
 
Era, una inminente despedida.
Podía sentir como aquella efímera felicidad de tres días
Iba deslizándose al abismo de la distancia.
La respiraba aún, pero su aroma embriagante era lejano ahora,
y fugazmente se evaporaba.
 
Pronunciaba palabras, debo suponer que hermosas,
pero sólo podía notar la unión y desunión de esos labios,
con los que enmarcaba el designio de reencontrarnos en unos pocos soles,
en un par de lunas y una suma de horas sencillas de cuantificar.
 
Él, paulatinamente balbuceaba oraciones de adiós,
yo, inerte, con los brazos enlazados en su cuello,
inútil de pronunciar una palabra,
puesto que la tristeza había hecho un ballestrinque en mi tráquea.
 
Esa despedida duró lo que un taxi recorrer en cinco cuadras,
lo que un crepúsculo a orilla de la playa,
duró, los segundos comprimidos en tres minutos,
duró, la brevedad de un suspiro.

Mis ojos se han descubierto incluso antes
de que rompa el silencio la perturbadora alarma.
Me veo aún en esa posición horizontal, nauseabunda y repetida,
en la que giran progresivaemte los rencores y malos recuerdos
que siguen en la papelera de reciclaje,
donde se van acumulando horas muertas y vacías.

He logrado que esta mente haga posesión de un galón de pintura blanca,
para cubrir la madeja de desfigurados pensamientos,
y los que aún siguen sin abrir.
Son escurridizos. Intoxican, despintan y enferman.

Me refugio bajo la almohada guardando versos efímeros y tersos,
pero vuelven latentes, redundando y desfilando esas malditas heridas,
que han formado un caudal sobre mi cuello,
desembocándolas violentamente en la garganta,
y sin fortalezas de romperlo, me arrodillan a la sumisión.  

De la paz interna sólo quedan migajas,
y las ojeras han pasado de temporales a permanentes.
Es ahora que echo en falta el rocío del amanecer,
que estos ojos abiertos deben despertar,
y que son las tres de la tarde y no he desayunado.

Esos trozos de piezas que siguen faltantes en este marco,
las lágrimas indelebles y cóleras sin fundamento,
se han ramificado en todo el hemisferio izquierdo.

Voy tambaleándome buscando las líneas punteadas
para recortar lo doloroso,
lo que se anida malignamente en mí.

Este encierro de pensamientos que he bloqueado
para no hacerle daño, editando tormentos y perturbaciones
hasta que luzcan como los campos de Marte.

Como aquellos días de los que carecemos,
de las risas que difícilmente saboreamos
y de los intentos fallidos al enamorarnos
entre horas de rutina.

Sí, de este encierro disfrazado de Edén,
al que me he adherido voluntariamente,
pero que hoy renuncio de tan enfermiza sumisión.

Escapo de la pausa de mi ser en la que me colocaste,
de la libertad reprimida de la que no me permitiste escoger.
Es ahora que esta alivianado el aire,
que ese cielo azul, libre, vuelve a ser solo mío.
Que después de inumerables certezas presentadas
con argumentos válidos no enjuiciados,
me presto calma, he vuelto a ser yo.